Venus desde la astrología budista.

   Venus estimula la respuesta sensual al medio que nos rodea. Es la vista, oído, olfato, gusto y tacto que responden a los estímulos de forma, sonido, olor, sabor y textura que poseen los objetos sensibles. Venus identifica el área astrológica donde uno experimenta placer, satisfacción y plenitud. Por último, Venus se relaciona con los afectos, pues se muestran a través de la puerta sensible del cuerpo.



    Para entender dónde se encuentra la satisfacción profunda, lo mejor es considerar el lugar de Venus en la cata. Si se localiza en el hemisferio inferior -por debajo del horizonte-, por lo general quiere decir que la satisfacción tiende a ser más personal. Cuando se halla en el hemisferio superior, la satisfacción proviene del trabajo en el mundo y con los demás.

    El budismo mahayana tiene una visión única sobre las cualidades de sensualidad y atracción de Venus. Varios linajes espirituales lanzan una luz negativa sobre la sensualidad y el sexo. Los consideran una distracción que debe evitarse. Para algunos individuos es importante suprimir el afecto físico, pues tienen muy poca capacidad para manejar sus emociones sexuales. En este caso una solución es evitar la sexualidad.

   Los practicantes espirituales poseen capacidades personales muy variadas y para ellos todas las experiencias son terreno para la transformación. Si tienen fuertes sentimientos físicos, tratar de suprimirlos puede causarles una distracción mayor que intentar funcionar bien con ellos. El objetivo del amor y la atracción es compartir los sentimientos y el placer. Claro que algunos individuos se comportan de manera licenciosa, pero para la mayoría de la gente el amor físico es una experiencia compartida. La motivación del Budismo mahayana de beneficiar a los demás ofrece opciones para transformar los rasgos confusos de estas atracción.

   Si un individuo en verdad desea hacer un bien a otros seres, como lo hace un bodhisattva, puede aplicar esta actitud altruista incluso en sus encuentros amorosos. Dar placer es una ofrenda que tiene una faceta relativa y una absoluta. en el plano relativo, uno puede ayudar a otros a estar contentos, cómodos y satisfechos. Esto puede incluir hacer muy bien el amor.

    Los budistas consideramos que las ofrendas tienen un aspecto de lo absoluto. Lo absoluto no es una entidad externa, sino la consideración de la naturaleza última de la realidad. Esto puede manifestarse como una relación sabia y reflexiva con otro ser. Entre más sabiduría inteligente se aporte a una relación, más se benefician ambas personas. Todos los fenómenos están interconectados; por tanto, es posible hacer del amor un medio para comprender la conectividad. Si el afecto se basa en una actitud torpe, entonces se crean problemas. Éstas pueden ser las señales que indiquen áreas donde se requiere crecimiento personal. El Budismo mahayana ofrece posibilidades constructivas para aplicarlas en cualquier área de la vida.

    En los tiempos de Buda había un joven rico que dedicaba su tiempo a los placeres sensuales. Una vez, durante un día de campo con algunas mujeres, él encontró a Buda, que meditaba debajo de un árbol. El muchacho quedó muy conmovido por su presencia y le pidió que le explicara algunas de sus enseñanzas. Buda comprendió la afición de ese chico por la sensualidad y decidió no mencionar la Primera Noble Verdad del sufrimiento. En cambio, le habló de los placeres de los reinos superiores. Buda se centró el en reino de los dioses o Devas y en el placer tan elevado que existe ahí. El joven preguntó cómo podía ir a uno de esos reinos, y Buda le respondió que con la meditación.

    Motivado por la fuerte inspiración de alcanzar un bienestar superior al que conocía, el hombre meditó con suma diligencia. Logró un estado elevado de conciencia y fue capaz de acceder al reino de los Devas. Ahí experimentó profundos placeres. Tiempo después, Buda se volvió a encontrar con este hombre y le preguntó sobre su experiencia de meditación. El hombre estaba extasiado con sus nuevas habilidades y el poder de su mente. Entonces Buda le explicó la verdadera naturaleza de la existencia. Gracias a su capacidad meditativa, el muchacho pudo comprender la vacuidad de la pura búsqueda del placer y ensanchó sus horizontes. El afecto que él había experimentado con anterioridad se transformó en un amor cariñoso hacia los demás. Ese cambio de actitud hizo de él un famoso mastro de meditación.

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