¿Qué opinión tenemos de nuestra propia persona?

    Todos y cada uno de nosotros juzgamos el mundo que nos rodea según valores y criterios que están determinados por nuestra personalidad, de modo que la imparcialidad total o la objetividad absoluta son en realidad una ilusión. Por más que nos esforcemos en intentar captar una imagen "certera" de la realidad, siempre estaremos sujetos al prisma de nuestra personalidad o, lo que es lo mismo, a los valores que determinan que algo sea correcto o incorrecto, agradable o desagradable a nuestros ojos.

   La pregunta es: ¿somos realmente conscientes de qué tipo de persona reside en nosotros?, ¿conocemos nuestras virtudes y defectos?, ¿tenemos una imagen de nosotros mismos que se corresponde con la que tienen los demás?

   Tener una imagen "realista" de uno mismo es tan importante como poseer una imagen "ajustada" de la realidad en la que estamos "inmersos". Hacerse falsas ilusiones, aceptando como correcta una visión idealizada de la propia persona, sólo conduce al desencanto. De igual modo, resulta sumamente peligroso ser excesivamente crítico con uno mismo, sobre todo si la dureza en el autojuicio hace que se pierda la confianza en el curso de todo aquello que nos satisface. Así pues, es importante que hagamos el esfuerzo de estudiarnos en profundidad y de concienciarnos de que todo es gradual. Si somos conscientes de que los demás no son absolutamente inteligentes o tontos, buenos o malos, guapos o feos..., también debemos estar capacitados para convencernos de que nosotros somos también moderamente simpáticos o antipáticos, delgados o gordos, hábiles o patosos...

   Un buen modo de realizar ejercicios de autoobservación y profundizar en la difícil tarea de establecer un juicio de uno mismo consiste en emplear un diario personal. De esta forma tendremos una especie de "espejo" de nuestro comportamiento cotidiano y de la evolución de nuestro estado de ánimo, un factor determinante a la hora de extraer conclusiones acertadas sobre nosotros.

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